miércoles, 21 de septiembre de 2011

La llama del amor.








Aquella noche sintió como la llama volvía a prenderse. Su cuerpo yacía desnudo mientras la vela peleaba por no consumirse. Esa vela en realidad era ella, porque también se aferraba a las pocas horas que le quedaban junto a él. Quería poder parar el tiempo y así permanecer los dos abrazados, con tal sólo la compañía de una tenue luz y el lejano sonido de una música. Pero llegó la hora, la luz se apagó y con ella se apagó el volver a verse.



Pasó un tiempo, pero seguía sumida en aquel profundo recuerdo. Junto a ella pasaban personas,  ninguna conseguía realmente volver a abrir su interior.  Por las noches no era más que una sombra que andaba por las calles perdida, sin rumbo fijo. Cuando se encontraba con alguien, intentaba que su caos interior y su vacío no se notasen. Sonreía porque era lo que realmente le quedaba, con esa sonrisa, trataba de reconstruir lo que él le había dejado.  Pintaba su rostro y arreglaba su cuerpo, con la engañosa certeza de volver a verle.  Como cuando esperas ansioso a que suene el teléfono, pero en realidad sabes que no va a sonar.  

Repentinamente, hubo un día, en el que sin darse cuenta, empezó a sonreír de verdad. Su cuerpo empezó a sentir de nuevo lo mismo de esa noche, con miedo, trató de ocultarlo, sin ser consciente que hay cosas imposibles de esconder, pero sabiendo, que posiblemente, la vela se encendería, pero esa misma noche, se volvería a apagar.